BIENVENIDA A LOS NUEVOS MIEMBROS
- Triptico recopilado por Erick Etchyberre M.S.T.
- 16 feb 2016
- 7 Min. de lectura
BIENVENIDA A LOS NUEVOS MIEMBROS
Por Radha Burnier
Querido hermano, hermana:
En nombre de todos los miembros de la Sociedad Teosófica, le doy la bienvenida muy afectuosamente y espero que su adhesión constituya un factor de enriquecimiento y elevación en su vida. Muchos de nosotros hemos experimentado que la camaradería con quienes tienen una visión de la vida similar a la nuestra dentro de la Sociedad Teosófica nos ha ayudado en gran manera y también que a través de la Sociedad, podemos ayudar a los demás.
En algunas ocasiones surge una pregunta: ¿qué conseguiré cuando me haga miembro de la Sociedad Teosófica?, sin embargo, la persona que desea conseguir, no necesariamente recibe lo mejor. Quien recibe lo mejor en la vida es aquel que trata de dar y compartir. Sería repetir un tema común decir que una persona puede no tener muchas posesiones materiales, pero, no obstante puede ser poseedor de aquello que realmente satisface. Una paz en el corazón que nadie puede turbar, un contacto con influencias capaces de hacer florecer en toda su plenitud las potencialidades del ser humano. Por otra parte, un hombre puede carecer de todo lo que es auténticamente bueno y poseer solamente cosas materiales. Así cuando hablamos de recibir lo mejor, no nos referimos a lo mejor en el sentido mundano del término, sino a recibir aquello que ayuda al ser humano a manifestar virtudes de un orden superior desde dentro de su propio ser, desde su propia consciencia. En este sentido, es aquel que está deseoso de dar quien recibe lo mejor, y no aquel que desea las cosas para sí mismo. Por tanto, uno de los aspectos fundamentales de la vida teosófica es el de poseer el espíritu de compartir; aquí es donde se halla el verdadero comienzo de la vida teosófica.
Los Grandes Seres que inspiraron la fundación de la Sociedad Teosófica, dijeron que Teosofía es altruismo. Y así es, básicamente, no nos referimos al altruismo que meramente trata de arreglar las cosas en el mundo externo; este es solo un aspecto muy pequeño del altruismo. Uno puede ir haciendo arreglos en los asuntos externos, pero si la raíz del problema sigue inalterada, se irán generando constantemente nuevos problemas. Unas pocas personas intentan resolverlos, pero el problema continúa. Así, no solo nos interesa la solución de los problemas de carácter externo, si bien ello no significa que carezcamos de interés por lo externo. Nos gustaría ver a todo el mundo recibiendo en su justa medida lo que necesitan y las cosas buenas de la vida en el sentido usual de la expresión. Pero es de la mayor importancia que, como miembros de la Sociedad Teosófica, indaguemos la causa del dolor y del sufrimiento humano y nos enfrentemos al problema en su raíz más profunda.
La vida del teósofo, por tanto, es una vida en la que existe una comprensión en incremento continuo, preocuparse solamente por las cosas superficiales, no es una forma inteligente de vivir, si una persona sufre un dolor en su cuerpo, cabe hallar una solución superficial administrándole un analgésico que reduzca o anule el dolor, pero al día siguiente el dolor puede volver si no se ha encontrado su auténtico origen. Este origen puede estar en la propia gula, es decir el comer cosas inadecuadas por el puro y simple deseo de comerlas, entonces es eso lo que debe remediarse, no basta con seguir tomando analgésicos.
Entonces, no solo debemos ser caritativos o estar deseosos de compartir con los demás y pensar que todos somos básicamente iguales. Sino que tenemos que aplicar toda nuestra energía para encontrar la verdad de cuanto sucede en el mundo. En la actualidad hay un miedo creciente, miedo al crimen, miedo al desempleo, miedo a tener familia y miedo a no tenerla. La vida humana está llena de miedo de diversa especie. Como miembros de la Sociedad Teosófica, tenemos que emplear nuestra inteligencia en encontrar los orígenes de ese miedo y averiguar cómo puede ser disipada esa nube de temor. Solo la persona que no tiene apego alguno, carece de miedo, si existe apego de cualquier clase, a cualquier cosa, entonces tendrá miedo. Miedo de perder lo que tiene, o miedo de no conseguirlo, puede que este miedo sea muy sutil y este oculto en la mente subconsciente, pero si se es inteligente, se observara, investigara y meditara, estudiando con el fin de averiguar porque está tan arraigado en nuestra naturaleza el miedo, ya que; reaccionamos en función del miedo, adquirimos prejuicios debido al miedo, nos asociamos bajo diferentes nombres por miedo, nos aislamos por miedo, en conclusión, enfrentar al mundo con miedo no es una forma inteligente de vivir.
El hecho de vivir como miembros de la Sociedad Teosófica, significa revisar conceptos y modos de pensar y actuar, el teósofo no debe dar nada por sentado, incluidas sus propias pautas de comportamiento, ya que la mente tiene la capacidad de engañarse a sí misma. Si existen temores internos, uno puede actuar de modo decidido e imaginarse que es una persona muy fuerte, pero, de hecho, una persona fuerte no necesita autoafirmárselo, puede ser sencilla y humilde, puesto que nada en ella se siente amenazado. Solo la persona que se siente frágil necesita autoafirmarse. El que llegare a la conclusión de que existe fortaleza donde hay autoafirmación, estaría en un error. Por tanto, nada debe ser considerado incuestionable. Es preciso inquirir y buscar, esto no es algo que se haga en un momento, ni en un día, ni en varios días; es algo que requiere vigilancia a lo largo de toda la vida de cada uno, cuando tal vigilancia se da, existe ya, el comienzo de la sabiduría.
También debemos ser conscientes de lo que sucede en el exterior. A cada uno de nosotros nos son lanzadas muchas ideas a través de los periódicos, los vecinos, los padres, los amigos, los profesores, la familia, las personas que respetamos y amamos y las que nos son antipáticas. Entonces, debemos examinar qué hay de válido en esas ideas, y no simplemente limitarnos a aceptarlas y convertirnos en unos conformistas. Ser teósofo requiere que en uno mismo exista una actitud de independencia que entrañe la no dependencia de ideas pre-confeccionadas por nuestro entorno, ser un auténtico teósofo requiere valor y la fortaleza para quedarnos solos, si es preciso, para pensar libremente y no según lo que digan otras personas.
Todo el edificio que constituye la Sociedad Teosófica está construido sobre dos sólidos pilares, uno es la Libertad y el otro la Fraternidad. ambos son fundamentales en la vida, y si no existe en nosotros el sentimiento de que tenemos que dar, el sentimiento de que no hay posesión que valga la pena si no es para la totalidad, si no existe un sentido de armonía con los demás, el sentimiento de un destino compartido, entonces no se puede empezar a comprender realmente esa profunda sabiduría que es la Teosofía. Así pues, la fraternidad es un pilar y esta idea supone mucho, se expresa tanto en pequeñas acciones como en las grandes cosas.
La libertad es el otro pilar de nuestra Sociedad, la cual proporciona a sus miembros y a todos los que vienen a ella, una determinada perspectiva del universo y de la comprensión de la vida en general que han tenido algunos Teósofos, algunos de los cuales fueron personajes llenos de inspiración y lo que dejaron dicho puede sernos de gran valor, sin embargo, la Sociedad Teosófica no impone a sus miembros y simpatizantes, como objeto de fe, su literatura ni su perspectiva del mundo, ni cualquiera de sus pensamientos. No proporciona a nadie una revelación prefabricada, en la Sociedad Teosófica no hay conceptos preestablecidos a los que uno deba adherirse, no existen dogmas ni credos. Por otra parte, si una persona no tiene un espíritu de búsqueda que le lleve a descartar credos y nociones pre-elaboradas, entonces probablemente no está aprendiendo a ser un Teósofo.
La Sociedad representa el pensamiento de personas que han llevado una vida de ardiente devoción al bienestar de la humanidad, a cada uno de nosotros se le deja en libertad de estudiar lo que hay disponible y de llegar a su propia interpretación y toma de consciencia. En nuestra Sociedad no creemos en las creencias, ya que las creencias han dividido al mundo, las creencias en un determinado Dios o Iglesia exclusiva han afligido a este mundo con actos de crueldad horribles en nombre de creencias religiosas, cuando el más sabio no se siente superior o diferente a los demás ni cree ser un elegido.
Hay una piedra de toque por la cual podemos conocer la validez de cualquier cosa, esta piedra es el Amor, si cualquier creencia o religión endurece el corazón y lo hace menos amoroso y comprensivo, es que algo falla en ella, la simpatía no es sentimentalismo, hay personas sentimentales que pueden ser muy duras. En la simpatía, el afecto y el amor genuinos no hay distinciones. Se cuenta que Buda se dirigía al hombre sencillo con palabras sencillas y amables, y al erudito con profundas verdades, gracias a su amor supremo que no hacia distinciones no prefería a ninguno y hallaba los medios de expresión adecuados para cada uno, así pues la auténtica simpatía no tiene preferencias.
La piedra de toque del amor, también es un medio para averiguar si lo que estamos estudiando o pensando es auténticamente teosófico o no, también pone a prueba si de su estudio hay un aumento de la comprensión y sabiduría, el conocimiento puede estar separado del afecto, pero la sabiduría jamás puede separarse del afecto, en la sabiduría, corazón y mente están unidos, avivándose la comprensión de la mente por la simpatía del corazón.
En breves palabras se han puesto ante usted sobre el modo de vida teosófico, lo cual implica mucho más, la Dra. Annie Besant, comparó la Teosofía con un Océano, en él hay partes poco profundas donde un niño puede chapotear, pero también hay profundidades que ningún gigante toca fondo con sus pies. Entonces, cuanto más correctamente vivamos, cuanto más estudiemos, pensemos y meditemos, más puras se harán nuestras relaciones y seremos más conscientes de que la belleza y la verdad nunca pueden desvanecerse, y de que aprender es la auténtica sabiduría teosófica.
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